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VI Conferencia Fliedner en la Universidad P. de Comillas
28-04-2015

La conferencia y la presentación del libro de Simon Conway Morris tuvo una buena acogida. 

Se puede ver y escuchar (en castellano) aquí.

Se puede ver y escuchar (en inglés) aquí.

 

“Las huellas de la evolución están presentes por todo nuestro cuerpo”. Con esta afirmación comenzó su conferencia Simon Conway Morris, reputado catedrático de Paleobiología Evolutiva de la Universidad de Cambridge, que visitó Comillas para hablar de evolución y existencialismo en su conferencia “¿Es la humanidad el destino inevitable de la evolución?”. El acto formaba parte de la VI Conferencia Fliedner de “Ciencia y Fe” organizada conjuntamente por la Fundación Federico Fliedner y la Cátedra de Ciencia, Tecnología y Religión (CTR).

 

Ver noticia en la web de la U.P. de Comillas:

http://www.upcomillas.es/es/noticias-comillas/4680-el-comportamiento-y-la-constitucion-de-los-seres-humanos-y-del-resto-de-los-animales-es-convergente

Este año, una vez más, hemos mantenido el compromiso de acompañar la conferencia Fliedner con la presentación de un libro del conferenciante. Un compromiso difícil por lo mucho que implica traducir un material de alta divulgación con una periodicidad anual. Esto es especialmente trabajoso cuando el libro que presentamos traducido no existe en inglés como tal. La razón es que los libros y artículos del Dr Conway Morris son complejos y generalmente demasiado técnicos para un público lector no especializado.

Cuando nos planteamos publicar un libro suyo para esta ocasión, tenía muy claro que no quería hacer un libro que fuese demasiado técnico, ni tampoco, que se centrase en su trabajo paleontológico especializado. Este tipo de información suele difundirse en otros formatos, generalmente artículos de revistas, y no suele traducirse del inglés.

Conocía a Simon Conway Morris tras una de sus conferencias sobre ciencia y religión a la que asistí en Edimburgo en 2007, y desde entonces he leído y seguido su obra. A la luz de ello, la idea inspiradora de este libro es traer sus reflexiones sobre evolución y cristianismo. Y en ese campo también el Dr. Conway Morris ha publicado ampliamente, especialmente en los últimos años. Así que tras leer una amplia gama de sus publicaciones recientes, el libro que hoy presentamos consta de siete capítulos que provienen de diferentes fuentes, entre los años 2005 y 2014. Aunque es inevitable cierto nivel de solapamiento, se ha intentado que en cada capítulo haya alguna nueva aportación.

Quiero destacar inicialmente un par de capítulos. El capítulo I puede servir como introducción. Es el más antiguo y contiene una visión general de los temas de discusión a lo largo del libro. Se trata de la conferencia Boyle de 2005. Quisiera aprovechar para comentar que esas conferencias son ya parte de la historia de la ciencia, dado que se remontan a la última voluntad del famoso pionero de la ciencia moderna y cristiano, Robert Boyle, que donó parte de su legado para una serie de conferencias sobre ciencia y religión. La primera fue pronunciada en 1692, y tras una historia intermitente durante los siglos XVIII al XX, las Conferencias Boyle han sido retomadas una vez más en 2004.

Del 2009 es el capítulo IV en el que tenemos un acercamiento autobiográfico al autor. Allí nos cuenta sus primeros pasos en la paleontología, ligados muy especialmente a los invertebrados del Cámbrico descubiertos en Burgess Shale hace un siglo. También nos habla de cómo inicialmente la interpretación de la historia de la evolución a la vista de estos fósiles de apariencia extravagante, y que no se parecían a ningún ser vivo posterior, fue que la contingencia reinaba absolutamente, por lo que resultaba imposible encontrar ninguna predictibilidad en la evolución. Fue el paleontólogo Stephen Jay Gould quien de forma notoria desarrolló esa idea en su conocida obra La vida maravillosa (1989; traducida y bien conocida en España) y desarrolló la famosa metáfora de que si pudiéramos «rebobinar la película de la vida» y volver a empezar, no encontraríamos en ese imaginario mundo alternativo seres inteligentes y auto-conscientes. Si un accidente hubiera eliminado alguno de esos antiguos antecesores cámbricos de la rama que lleva hasta nosotros, ¡no estaríamos aquí! En ese capítulo IV se cuenta también algo que, por lo que he leído en diversos sitios, llena de curiosidad a muchos: la trastienda del cambio de Conway Morris desde esa postura a su rechazo. Como se cuenta ahí en cierto detalle, la clave fueron nuevos hallazgos de fósiles cámbricos en otros lugares (que les fueron quitando parte de ese halo de misterio) y su interés por un fenómeno evolutivo al que no se presta frecuentemente mucha atención, la convergencia en evolución. Los capítulos II, III y IV dan más detalles sobre cómo la historia de la vida muestra, una y otra vez, que la evolución converge en ‘soluciones’ similares a ‘problemas’ biológicos comunes: cómo volar, cómo nadar, cómo ver…

Armado con esas nuevas ideas, Conway Morris se enfrentó a los puntos de vista de Gould con su libro El crisol de la creación (1998), que expandió más tarde en La solución de la vida: humanos inevitables en un universo solitario (2003). Es un interesante debate en el que se ha combinado la discusión científica con una más filosófica sobre las implicaciones de estas ideas. Y esperamos que este libro sea una contribución a que esta interesante discusión llegue a los lectores de habla hispana, que ya tienen a su disposición desde hace muchos años las obras de Gould traducidas.

Conway Morris también ha especulado sobre las implicaciones de la convergencia para la existencia de una forma de vida auto-consciente e inteligente. Para él no se trata simplemente de un accidente prescindible de la historia evolutiva, sino que se trata de un ‘espacio biológico’ que ha estado siempre ‘esperando’ a ser ocupado. En este sentido, una vez iniciada la vida, ya no seríamos un accidente, sino una inevitabilidad de la evolución (especialmente en los capítulos III y IV). Este punto de vista es el opuesto del corriente que ve el origen de la vida como algo inevitable en este universo (y posiblemente muy común); mientras que seres inteligentes, semejantes a los humanos, son simples accidentes y probablemente poco comunes. Al igual que con el debate medieval sobre la existencia de los antípodas al otro lado de la Tierra, estos debates son difíciles de resolver hasta que alguien vaya realmente ahí y ‘eche un vistazo’. Pero hasta donde sabemos, el origen de la vida sigue siendo el verdadero cuello de botella de la historia evolutiva, incluso si, como señala Conway Morris, este fuera un origen «completamente natural» (capítulo V). En ese capítulo Conway Morris también comenta que él prefiere ver la evolución como un motor de búsqueda que explora las oportunidades de la vida y que, en lugar de simplemente emerger en un mundo mental pre-existente, lo descubre después de navegar el limitado hiperespacio de las posibilidades biológicas. Puede que seamos los primeros en poner nuestros pies en esta nueva playa, pero eso no significa que seamos completamente únicos. Como señala él, la inteligencia de otros corredores en la carrera del descubrimiento, como cuervos, delfines y grandes simios, «sugiere que hay motores de búsqueda equivalentes que están apenas unos pocos millones de años detrás de nosotros» (capítulo V). Puede también mencionarse que en nuestro ‘árbol de familia’ otras ramas ya han llegado todavía más cerca de nosotros (neandertales, ‘hobbits’ de Flores e incluso puede que otros homínidos olvidados). Por supuesto, esto significa abrazar una especie de idealismo platónico, algo que él no esconde (véanse capítulos III, V y VII).

Quisiera finalizar esta presentación con unas palabras sobre ciencia y cristianismo. El cristianismo tiene 2000 años de historia que se puede extender a otro milenio y pico más si incorporamos las obras de los antiguos hebreos recogidas en los textos bíblicos. Durante este tiempo el cristianismo ha visto llegar y marcharse muchas filosofías y muchas ideas científicas. Algunas vinieron para quedarse, otras desaparecieron sin dejar casi huella en la historia. Tal vez una nota a pie de página. Una tentación muy frecuente de aquellos que están demasiado pegados al presente se conoce como ‘concordismo’: el intento de identificar algo del cristianismo o de la Biblia con las últimas ideas científicas. A veces se ha hecho con un interés ‘apologético’ para dar credibilidad al cristianismo y otras veces al revés, con la intención de apuntalar alguna noción científica de cara a un contexto religioso. Sea como fuere, el concordismo es una de las trampas más peligrosas para los cristianos. Y más de una vez en la historia, los intentos por asociar al cristianismo con determinadas ideas científicas han sido contraproducentes, y han generado resultados desastrosos. Así ocurrió con la excesiva asociación del cristianismo con el geocentrismo hasta el siglo XVII o con el fijismo de las especies hasta el XIX. Y a veces me pregunto si el desmedido interés por el Big Bang entre algunos cristianos no puede ser fuente de nuevos problemas en el futuro (este es un tema sobre el que reflexionamos ampliamente en la conferencia del año pasado).

El cristianismo puede coexistir con puntos de vista científicos diferentes, incluso opuestos, y no hace falta apelar a la ciencia para conseguir una apologética apresurada. Esta fue la lección del debate medieval sobre los antípodas: a fin de cuentas, esta no era una cuestión teológica sino geográfica, que debía resolverse viajando, y ahora no tenemos inconveniente en compartir el ‘planeta azul’ con nuestros convecinos australianos; de ello deberíamos aprender, por ejemplo, para los debates sobre la vida extraterrestre, que tiene tantos puntos en común con el debate de los antípodas. La conclusión de esto es que el cristianismo no necesita forzosamente, ni debe, atarse a una teoría científica particular, y es mejor que así sea. Por si se pensara que las reflexiones de Conway Morris son una nueva edición del viejo concordismo, como a veces he leído que algunos sospechan, querría terminar con lo que él mismo afirma, en su la Conferencia Boyle traducida aquí en el capítulo I, al hablar sobre la presunta consistencia entre el cristianismo y el Big Bang:

[…]. Sin embargo, debemos ser cautelosos con dicha concordancia, este matrimonio aparentemente feliz entre cosmología y religión revelada. No es que la concordancia sea inadmisible, lejos de ello. Es solo que debemos ser precavidos porque la evidencia científica es siempre provisional. Los datos o hipótesis aparentemente irrefutables tienen el curioso hábito de acabar estando gloriosa y maravillosamente equivocados. Desde nuestro punto de vista actual, es difícil ver qué datos pudieran explicar muchas observaciones cosmológicas de manera más satisfactoria que el Big Bang; pero hay que tener cuidado con dos cosas. La primera es suponer que el Big Bang es lo mismo que la Creación de Dios, y la segunda es engañarnos con que la Creación ex nihilo realmente está abierta de alguna manera útil a la comprensión.

Por lo tanto, con ese espíritu ofrecemos estos siete capítulos conteniendo otros tantos textos estimulantes y desafiantes, como algo para reflexionar, como perspectivas inspiradoras que hagan pensar tanto a la ciencia como al cristianismo, sin necesidad de considerarlas como una nueva forma de apologética del tipo ‘dios-tapa-agujeros’ o un nuevo concordismo.

 

• Información sobre el libro

¿Y si la vida volviera a empezar? Los caminos convergentes de la biología evolutiva

del Dr. Simon Conway Morris

Ya a la venta on-line en Librería Calatrava



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